miércoles, 26 de diciembre de 2018

Agua sucia


Te dicen que te quieren. Así, sin condiciones. Que te quieren a quemarropa, sin medida, sin control. Que te quieren con todo y con nada. Pero mienten. Claro que mienten. Porque te quieren con el ala rota, con el alma no restaurada. Te quieren dependiente.

Te piden que no pienses, que vivas sin pensar. Que no preguntes y, que si te preguntan, no respondas. Te piden que seas mujer y madre pero que de ser mujer te olvides. Te piden que te tapes los oídos cuando tu alma te grite. Que ignores tus deseos. Que te comportes. Que madures. Que pongas fin al caos como si fuera un enchufe del que poder tirar.

Te ignoran. Claro que te ignoran. Pero ellos no saben todo lo que dueles. Lo que duele cuando quieres, cuando ríes. Ellos aún no saben lo que duele tu ausencia. Ellos ignoran tu fortaleza. La capacidad que tienes para romper barrotes invisibles. Ignoran la facilidad con la que puedes salir corriendo. Ignoran que tus necesidades son gratis e intangibles. Ignoran que tú solo quieres volar. Que quieres que te quieran libre, salvaje, sin miedo. Que te laman las cicatrices. Que acepten que ya has firmado la rendición con tu pasado. Que el pasado ya no te habla de cerca. Que necesitas que te cojan la mano, fuerte, cuando te invade el miedo sin taparte los ojos. Que protegerte no es encerrarte en una jaula de oro.

Te dicen que dejes de ser una pusilánime pero ellos no estuvieron en tus campos de batalla. No saben que tú ya has luchado en cientos de batallas antes si quiera de que ellos nacieran. Que tú ya has ido y vuelto. Que estás cansada de tanto convencionalismo. Que has aprendido que no hay parejas que no se amen sino temores que nos vencen. Que mientras vives así parte de ti se pierde. Te desvaneces para no volver. Y no lo entienden. No entienden tus temores, tu angustia. Tu sed de vivir. Tu ansia de amar y ser amada. Sentir. Esa obsesión por sentir, aunque duela.

Pero, aún así y con todo, estamos atrapadas en el dilema entre evitar el dolor pero ganar alegría.

viernes, 7 de diciembre de 2018

El amor, un columpio

Iba a escribirte una carta desesperada. Porque siempre es más fácil escribirle a quien no te comprende, no te ve, no te entiende. Pero luego me encontré con un poema de Marwan. Y quiero creer que esto que siento tan ajeno es un denominador común en este mundo loco.

Para ti, columpio.

"Estoy atrapado en tu cuerpo, en la eterna ansia que provocas. En los ruidos de este objeto que se llama cama y se apellida contigo. Porque pienso en nosotros derribando la tristeza en un colchón y comprendo entonces que cada movimiento de una pareja haciendo el amor es un movimiento de la soledad hacia su casa. Un pequeño milagro que nos aleja del tú y del yo de esas palabras que caminan separadas. Pero no es ese el único movimiento que sucede contigo. No es solo eso lo que nos une. También son los fantasmas, nuestros anteriores fracasos, las mochilas llenas de recelo. Ese error nuestro de formar parte de ese grupo de personas que prefieren evitar el dolor antes de arriesgarse a la alegría. Eso también nos une. Y mucho más nos unen tus temores más violentos, el daño practicado contra el otro, y el modo en el que viste a tus padres hacer de sus vidas un combate a fuego abierto donde solo perdían los niños. Eso también nos une. Porque no quieres perderme pero del amor conoces poco más que sus portazos, y en esos recuerdos de la guerra familiar, recreas su pasado no se si como un modo de perdonarlos, demostrando que hay errores que se repiten.  O por pura inercia destructiva. Y en ello rompes todo, el corazón que se aproxima, todos los futuros que aparecen por ahí con un poco de sol por la ventana. Y por eso sigo, porque veo esto en ti, la rotura, la grieta por la que se cuela la desesperanza, el agua sucia con que te bañaron de pequeña. Y tu bondad tras tus trincheras, también la veo, ahí, acurrucada como un niño asustado en un armario. Por eso sigo. Por eso me he empeñado en que la moneda siga cayendo por el pago del abrazo para que seas consciente de que ya no es el pasado el que te habla desde cerca. He seguido para mostrarte que aquello ya fue, que, al fin, ya hay lugar para soltarse. Porque el amor es eso: un columpio en el que el otro hace todo lo posible por sujetarte".

martes, 4 de diciembre de 2018

Cuando éramos así


"Ella dolía. Toda su alma dolía. Ella llorando dolía. Ella follando dolía. Porque arrancaba mis heridas de golpe y, como dice Marwan, allí donde había piel rota y soledad solo encontraba piel nueva, alma restaurada. Pero yo no quería aceptar todo lo que se me vendría encima si ella me abandonaba. Esa discreta dependencia que sentía hacia ella. Y ahora que ella no está no tengo donde secar esta tristeza. Mis lunes ya no son sus lunes, ni sus risas son las mías. Y este cordón rojo que tengo atado a ella parece no romperse nunca. Como si mi alma no pudiera olvidarla. Porque ella vuelve, siempre vuelve. Su cara a mi cabeza; su sabor a mi boca, su olor a mis manos. Y duele. Como abrir un regalo vacío. Pero, a veces, en mi soledad, me arrojo sobre mi mismo un cubo de esperanza, fría. Tengo un orgasmo con mi memoria. Y trato de averiguar, en la distancia, si me ha perdonado. Si su alma estaría ya restaurada mientras yo me entretuve con mujeres que no me quitaron la sed. Quería creer que sí. Por eso volvía a ella. Al sonido de su risa, al color de sus ojos. Vuelvo a recostarme, en sueños, sobre ella. A escucharla respirar despacito. A sentir su diminuta mano sobre mi pecho. Le hablo los domingos dentro de mi tranquilidad impuesta. Y le pido perdón. Le suplico que vuelva. Y, entonces, me caigo de bruces contra la felicidad porque ella ya no está. No está para escucharme, no está siquiera para reprocharme. Porque ella no mira atrás. Su elemento es el aire. Su ignorancia, mi desconsuelo.  Me dicen que le olvide, pero no entienden que la necesito. Que me da igual sufrir, en silencio, su ausencia. Porque ella ya no está. Porque el amor no entendía de tiempos, ni de formas, ni de momentos. El amor de hoy puede ser un cuerpo inanimado mañana. Y maldigo la dependencia que tengo a la felicidad de su recuerdo (…)":

martes, 21 de noviembre de 2017

Valentía

Siempre hay un punto de locura en la gente creativa. No se explicarlo. No hablo de locura picassiana; no hace falta irse al extremo. Creo que más que locura es valentía. Quizás, la gente que amamos el arte y el amor somos (muy) poco conformistas. Yo estudié Derecho porque la Universidad de la Vida no existía; es decir, mi obsesión era aprender a vivir pero como nadie me daba una carrera adecuada a tal fin estudié Derecho que, al fin y al cabo, lo había visto en mi casa. Tardé un mes en darme cuenta de que la universidad privada no era para mi así que abracé a mi amada y siempre querida Complutense que dejó correr libre mi imaginación. Mi vocación fue siempre escribir pero no me salían los números por ningún lado ya que, al fin y al cabo, el mundo no era de los artistas.



La abogacía me llevó de la ceca a la meca y siempre oí un susurro de la gente a mi alrededor que decía "eres una joven promesa de la abogacía" pero nadie me preguntaba si yo quería hipotecar mi vida personal y privada en aras de ¿hacer feliz a un cliente? ¿demostrarle algo a alguien o al mundo? Entonces empecé a leer libros de meditación y a poner las enseñanzas en práctica. En el silencio descubrí que todo aquello no era para mi; la vida es demasiado corta como para pasársela entera trabajando. Tenía en mente seguir trabajando en la abogacía (al fin y al cabo es otra herramienta para ayudar a la gente) pero a otro ritmo. A MI ritmo; mis reglas, mis valores, mis clientes...Era (y soy) dueña del poder de decidir qué hago y que no hago. Y eso no tiene precio. Pero requiere de una gran valentía y de confianza en uno mismo.




La gente suele creer que la valentía implica no sentir miedo pero sentir miedo es natural. Es cierto que no nacemos con miedo sino que lo vamos aprendiendo pero no implica que no debamos sentirlo. La valentía, en mi humilde punto de vista, es tener la determinación de hacer algo aunque todo tu cuerpo tiemble. Es ponerte de pie e irte de un lugar si no estas cómodo. Es expresar tu opinión a pesar de que todo el mundo esté en contra. Es ser tu misma sin importarte el resto. La valentía es un salto al vacío sin red, sentir la convicción de que todo va a ir bien y que si no va bien vas a asumir las consecuencias. Es ponerte de pie cuando no encuentras fuerzas ni para abrir los ojos. La valentía emana de la más absoluta creencia en el proceso, el destino. Trust the process.



La valentía es llorar si estás triste cuando vives en una sociedad que te impone ser feliz. Valentía es asumir las imperfecciones. Valentía es amarse a uno mismo y atreverte a decirlo; mirarse al espejo y decir "eres perfecta y aun así no te das cuenta". Valentía es poder luchar por lo que quieres y crees; es una carrera hacia delante pero meditada, no un atropello. También es asumir que uno no está bien, atreverse a parar a descansar y poder decirlo. También es asumir y abrazar el hecho de que uno está bien, feliz, contento, tranquilo aunque ello implique despertar envidias.




La valentía te otorga ese poder infinito e interminable para decir "no"; poder que una vez lo usas no se agota nunca. No quiero esta relación, no quiero este trabajo, no quiero esta amistad, no quiero escuchar tus problemas, no y no y no. Y así en bucle. Yo, por ejemplo, ya no me muestro partidaria a escuchar gilipolleces y uso este maravilloso poder en infinidad de ocasiones. Por que tendemos a anteponer las necesidades y problemas de los demás a los nuestros propios y, poco a poco, nos vamos olvidando de nosotros mismos. A veces la valentía habla en voz baja pero una vez que habla no hay quien la pare. Yo dejé mi último trabajo a los 10 días de un espectacular ascenso y cuando presenté mi dimisión la valentía era un mero susurro entre todo el ruido. Pero me atreví a decir NO a más dinero, a otras condiciones. No. Porque iniciar mi propio proyecto era mucho más tentador. Tener las riendas de mi vida.  Por fin. Aunque el mi mundo entero estuviera temblando. Al fin y al cabo, ¿no venimos a este mundo para hacer algo con significado?

Aún así "con audacia se puede intentar todo, mas no conseguirlo todo. El valor es como el amor: necesita una esperanza que lo alimente. El valor no se falsifica; es una virtud que escapa a la hipocresía". 

lunes, 30 de octubre de 2017

Ansiedad, perra.

A veces escribir la verdad tiene su recompensa. Desde hace años me pasa algo curioso con la gente que acabo de conocer. Tengo mil anécdotas de cosas que me han pasado con gente desconocida. Mis amigas siempre me dicen "lo que no te pasa a ti no le pasa a nadie". La gente suele contarme muchas (MUCHAS) intimidades (algunas un poco fuertes la verdad). He oído casi de todo. Como si yo fuera una especie de cura. Después de leer algunos de vuestros mensajes tras leer mi último post (otra vez, muchos desconocidos sintiendo también que su música es "especial" al resto) me he dado cuenta de que cuando uno habla y escribe la VERDAD y es LIBRE mucha gente se siente atraída / comprendida o como queráis llamarlo. Desde hace años también me he convertido, desafortunadamente, en un oráculo de la sabiduría de la ansiedad. Creía que era tan sólo patrimonio de mi cortijo pero me he dado cuenta de que no; de que cada vez hay más y más gente viviendo esto en silencio y de que yo (como suelo hablar con naturalidad de mis problemas en general) soy un flotador para alguna gente cuando la cosa se pone chunga. He aprendido hasta a hacer meditaciones por teléfono e incluso he intentado a hacer reiki a distancia.




Una de las cosas que más me molesta cuando pregunto a la gente si su pareja, amigos o familia lo saben es que todos sienten vergüenza e incluso miedo. Miedo porque hay como una especie de estigma en esta puta sociedad de que pedir ayuda cuando uno no se encuentra psicológicamente bien es algo "grave" o socialmente no bien visto. Yo he oído a mucha gente de mi familia decir "hija no le digas a la gente que vas a la psicóloga o al psiquiatra porque, ¿qué van a pensar? ¡Pues que estás loca!" Punto número uno: lo que opine la gente me importa un carajo (a mi, claro, pero eso es muy personal); punto número dos: tener ansiedad no te incapacita como ser humano ni te hace ser alguien peligroso; es decir, no te conviertes en alguien que está "loco". Tener ansiedad es sólo tener miedo. Mucho. A algo en concreto o a todo en general. Encontrarse como el orto es también común. Yo hace dos años en Londres perdí el conocimiento en un centro comercial, vino la ambulancia porque creían que me había dado o me estaba dando un infarto. En 1 hora estaba ya perfecta. Cuando llegué a España me hicieron un chequeo médico completísimo y un neurólogo cojonudo me dijo que estaba todo en mi "cabeza". Me lo dijo sin menospreciar la enfermedad. Y si, he dicho enfermedad. Porque lo es. Y hay que perderle el miedo a decirlo y afrontarlo tal y como lo que es. He ido mil veces a urgencias y me han mandado a casa con una palmada en la espalda diciéndome "son nervios". No son "nervios"; "nerviosa" se pone una en un atasco de la M30.




La ansiedad es un problema, una enfermedad silenciosa que merece la misma importancia que otra cualquiera. Y aquí, después de la vergüenza, viene el segundo problema. Se infravalora. Como va y viene se piensa que es pasajero. Como uno no está "loco" (es decir, uno no está viviendo en un mundo ilusorio, con alucinaciones y todo el rollo) la gente piensa que estás bien. Que tú "puedes controlarlo". Y yo me pregunto: ¿puede un enfermo de cáncer curarse "sólo", solamente con "voluntad"? No. Pues lo mismo con la ansiedad. Se necesita ayuda de la gente del trabajo, de tus jefes, familia, novios o novias; de tu entorno en general. ¿Se te ocurriría decirle a un cojo que corriera una maratón sin ayuda? No, ¿verdad? Pues lo mismo sucede con la gente con ansiedad. Yo suelo tener que justificarme con mucha gente porque decido, cuando no me encuentro bien, quedarme en casa o irme a la cama a las 8 de la tarde. Suelo decir "no voy a cenar porque tengo ansiedad y me encuentro como mal" y el 99,9% de la gente no lo entiende así que, al final, me quedo con ese 0,01%. De hecho un novio me dejó en su día porque todo es rollo de que yo fuera al psicólogo o psiquiatra no "iba con él". Como si fuera un lastre para él. Tócate los c....El lastre es para que el lo sufre y si te quieren, de verdad, como se tiene que querer, nada va a cambiar porque la ansiedad NO DURA PARA SIEMPRE. Esto es importante saberlo, canalizarlo, abrazarlo. Esta idea se tiene que masticar y entender bien. Al igual que la medicación NO SOLUCIONA EL PROBLEMA DE BASE y de que nada sirve vivir medicada pero con miedo.



Luego viene el grupo de gente que sufre en silencio (not me); que llora en los baños de los restaurantes; que se medica a "escondidas" de todo el mundo; que se sienten solos porque saben que están luchando contra un fantasma, contra un miedo inexistente. Porque la ansiedad no deja de ser una lucha contra uno mismo, contra el mundo. La gente que tiene ansiedad suele tener una especial sensibilidad respecto a todo. Son como esponjas emocionales a las que les afecta mucho todo; a las que les cuesta entender la vida (yo estoy en este grupo por ejemplo); que quieren bien fuerte, a quemarropa. Suele ser gente que se tira de cabeza, que piensa poco y actúa rápido; gente que no sabe bien como expresar lo que siente o vivir de conformidad con como ve la vida; gente que habla mucho sin decir nada serio; gente que, en algunos momentos, vive debajo de una cortina de humo, que se esfuerza por sonreír cuando su ser interno está gritando. Porque eso es la ansiedad, un grito desesperado, una carrera hacia delante sin saber bien el camino. Un constante miedo al miedo, al futuro, a los "y si" que tanto daño hacen. Ay. Lo que cambia la vida cuando uno interioriza y entiende que casi todo lo que nos pasa o pasa a los demás no depende de nosotros.



La ansiedad. No hay otra manera de combatirla que soltando lastre. Que mirándola cara y cara y decirle "no te tengo miedo". Darle su espacio. Leí un artículo que decía que la ansiedad es como un trozo de hielo y el resto de "nuestro yo" agua;  si nunca dejas al hielo formar parte de tu "otro yo" este nunca se derrite. Easier said tan done, lo se. Pero dije antes que era posible vivir sin ansiedad, no que fuera fácil. Requiere, además, de mucho tiempo en silencio. De mucha meditación, de conectar con uno mismo. De no beber nada de alcohol (creo que esta es la regla de oro).  De identificar a qué tiene uno miedo. A qué sentimiento o acontecimiento le hemos hecho un "electro circuito" . Qué pasó en el pasado. Quizás sea necesario traer algo del pasado al presente para resolverlo y soltar así lastre. Se necesita ayuda PROFESIONAL, ante todo, profesional. A veces requiere de medicación; no pasa nada, es algo pasajero, temporal. No lo olvides: tienes un problema pero no pasa nada, tiene solución. Y es que "nosotros no estamos presos. En torno nuestro no hay cepos ni trampas y no hay nada que deba asustarnos o torturarnos. Estamos puestos en la vida como en el elemento más afín y hemos llegado a hacernos tan similares a ella a través de siglos de adaptación que, si nos mantenemos en calma y en silencio, gracias a un feliz mimetismo, casi no se nos puede diferenciar de ella. No tenemos ningún fundamento para desconfiar de nuestro mundo, ya que no está contra nosotros. Si tiene miedos, son sólo nuestros miedos; si tiene abismos, esos abismos nos pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos". 

jueves, 12 de octubre de 2017

La caja de Pandora.

Llevaba cerca de dos años sin escribir nada (nada que no fuera jurídico). Hace poco, en Madrid, un buen amigo me preguntó, con pena, que por qué había abandonado mi blog. Creí que nadie lo leía y aunque nunca escribí en el con el fin de que me leyeran (mas bien lo hacía como algo terapéutico) me dio cierta pena a mi también (gracias Josele por los ánimos; una buena palabra que viene de ti siempre significa mucho). Este blog empezó como un acto de rebeldía porque vivimos en un país en el que hablar de sentimientos no está muy bien visto. Estaba bien jodida entonces (mi novio me había dejado yo creo que porque pensaba que estaba completamente loca) y me sentía poco comprendida. Todo el mundo a mi alrededor bailaba una canción muy diferente a la mía. Todos estaban tan quietos, tan felices, tan formales, tan, tan todo. Y yo, yo andaba perdida por los bares de Malasaña, perdida entre piscos y micro teatros con mi Tinder de entonces echando humo. Luego me fui a Londres (realmente me obligaron en el banco en el que trabajaba) donde encontré a gente que bailaba mi misma canción. Ahí, en cuestión de dos meses, conocí a mi alma gemela (mi actual marido) que estaba igual de perdido que yo en este mundo y era (y es) lo suficientemente seguro lo que le permitió querer y comprender a una mujer poco convencional. Se enamoró de una jonkie de la libertad cuyo lema haz lo que quieras sin hacer daño a nadie.




Luego murió E. y entonces sufrí una crisis (crisis en el sentido japonés de la palabra que significa "cambio"). Había visto a gente morir en mi época de voluntaria en la AECC pero nunca había visto morir a alguien al que yo quería mucho. Su vida se escurrió entre nuestras manos con el mismo drama de una película americana. La doctora no pudo contener las lágrimas tampoco. Estuve 72 horas sin dormir, sin cerrar los ojos. Me congelé por dentro y por fuera. Puse un parche a mi pena, ahogué mi llano con un tapón y mi canción, automáticamente, dejó de sonar. Pero seguí viviendo. Me casé, trabajé duro en mi nueva época de autónoma (las abogadas jóvenes entenderán lo difícil que es conseguir que alguien confíe en ti).




Pero luego se fue mi rubia, así, de pronto, un domingo de mucho calor y levante del mes de julio. Se fue mi gorda (mi abuela). No lloré en el tanatorio, ni el entierro ni en el funeral. Inmediatamente me arrepentí. Me arrepentí porque creo que vivimos en una sociedad completamente disociada. En el que lo antinatural se ha convertido en algo normal (la extrema delgadez, el consumismo, la oda a la perfección...etc) y lo natural (sentir pena, rabia, no ser perfecto...etc) se ha tornado en algo vulgar, raro; algo que se tilda de "loco". ¿Cuántas veces hemos oído "está loca"? O "¿has visto lo que ha hecho fulanita? ¡Qué fuerte!" Entonces, cuando volví a escuchar mi canción de fondo, como un suave susurro que cada día sonaba más y más fuerte pensé "¡ya basta joder"!

Ya no voy a cenas ni saraos en los que me venden amor sin espinas, perfección, sentimientos tan forzados que me dan náuseas. Soy más feliz paseando a mis perros en chándal por mi urbanización. Desde que me he casado (hace un año y poco) he visto como la presión por ser "perfecta" aumentaba. Tengo que trabajar duro, ganar dinero, preñarme pronto, hacer la compra, estar en forma, estar delgada, tener el rubio siempre perfecto, el shellac perfectamente hecho (¡ay de ti como lleves mal el shellac!), sonreír a la vecina coñazo que vive en frente que me parece una maruja con dinero, tener la nevera llena, al perro peinado y, sobre todo, sonreír y aparentar (o ser, a la gente no le importa realmente) feliz. Lo peor es que esta presión no viene de dentro de mi casa (mi marido me ayuda en todo y me quiere pobre, gorda, loca, cuerda, delgada) viene de lo que veo y oigo. De lo que oigo en saraos, cenas, bodas, redes sociales...etc. Y ya he dicho que basta. Al carajo. No voy a volver a apagar mi canción. No soy el escaparate del Zara de Serrano. No tengo que vender nada. No soy perfecta.




Vivo feliz en mi perfecta imperfección. Y creo que así deberían vivir todas las mujeres. Con nuestras formas, nuestras mechas mal dadas (o no), con las manos como cada una las quiera llevar. Creo que las mujeres tienen que ser valientes, naturales. No tenemos que tener miedo de mostrarnos tal y como somos. Sexuales, frígidas, locas, serias, calientes, frías, sin o con instinto maternal. La maternidad. Joder con el tema de la maternidad. Debemos de ser capaces de decir, sin que la gente se eche las manos a la cabeza, que la maternidad quizás está sobrevalorada. Que no vinimos al mundo para procrear como conejos y que tendremos hijos cuando y cómo queramos. Que vamos a educarles en el respeto a la diversidad y en la libertad de pensamiento. O que no queremos ser madres (ahora o nunca). O que queremos tener 15 hijos y ser esposas sumisas. O que nos da pereza ser madres ahora (mi caso, por ejemplo) porque tenemos muchas cosas interesantes que hacer antes de traer al mundo a alguien. El caso es que, ¿a quién coño le importa? No podemos vivir sin bailar nuestra canción.




Me encantaría que en determinados ambientes nadie se escandalizara porque digo palabrotas, bebo medio litro de cerveza cuando salgo a cenar con mi marido,  no tengo filtro a la hora de decir las cosas ni soy particularmente dulce, hago crossfit, me encanta la halterofilia y levantar pesas. Y encima no soy Hulk. El ejercicio es otro de los temas que trae cola. Hace poco conocí a alguien que me seguía en Instagram y que pensaba que haciendo todo el deporte que hago estaría yo mucho más delgada. Casi me da algo del ataque de risa. No todo el mundo entiende que el ejercicio o comer sano no es algo que todo el mundo haga para pesar 52 kilos y tener un porcentaje de grasa bajo sino que se hace por placer y por estar sano. No tenemos que ser de una determinada manera para que nos "quieran" o nos sigan "queriendo". Si tu marido o novio te dice algo así como "cómo te estás poniendo..." es un auténtico gilipollas y es mejor que le mandes a tomar por culo cuanto antes. Palabrita (I have been there before and it always ends up the same way....).




Y, last but not least, he aprendido la importancia de la meditación y del silencio. Es el arma más brutal que he conocido. Controlar el caballo desbocado que es la mente; esa mente que nos tiende trampas peligrosas y hace que nos creamos lo que pensamos (craso error). Esa mente que a veces vive en el pasado y otras en el futuro pero nunca en el presente. Esa cabeza que nos hace incapaces de conectar con nuestra tripa, con nuestros instintos. Que siempre "quiere ser" "hacer" pero pocas veces "sentir". Empecé con 5 minutitos al día y ahora puedo estar 20 tranquilamente sin pensar en nada (o casi en nada) oyendo solo mi respiración y dándome mucho amor. Ejercitando mi alma, dándole mimos y atención. Haciéndole saber a mi cuerpo que estoy agradecida con el, con sus miles de "defectos" pero que aun así es precioso. Aprendiendo a decir "no" a todo aquello que socialmente es aceptable pero que es tremendamente tóxico para nuestro cuerpo. Y es que "en la meditación, una vez  has ido adentro, has ido adentro. Entonces, aún cuando resucites eres una persona totalmente diferente.  No hay dónde encontrar a la personalidad anterior. Tienes que empezar tu vida otra vez desde el abc. Tienes que aprender todo con ojos nuevos, con un corazón totalmente nuevo. Es por esto que la meditación produce miedo".

martes, 23 de febrero de 2016

Incoherencias después de ti.

A veces, cuando camino en la playa, me paro a pensar. A pensar en que eres, o eras, arena la última vez que te vi. Te me estabas escurriendo entre los dedos de las manos por mucho que yo te apretara. Y después de ti llegó la nada. Esa sensación que uno experimenta cuando tiene un cara a cara con la muerte. Después de ti. Después de ti he tardado 6 meses en sentarme a escribir. Y ahora me cuesta porque creo que las teclas están heladas.

Después de ti la lucha. La lucha de  no sentir tristeza cuando me estaba quedando dormida. Y, en esta noche de micro abierto, confieso que a veces te escribo para luego darme cuenta de que no estás, momento en el que la mano de Dios me aprieta fuerte el corazón y la garganta y siento que no voy a poder respirar. Pero la vida sigue. Uno se levanta y respira. Camina, come, hace al amor. En resumen: vive.

Después de ti la fuerza. La fuerza que a veces a una le falta para pelear por lo que siente. Por lo que considera que es correcto. Pienso en ti cuando algunos locos me preguntan si voy a volver; volver a aquella vida cómoda con algunos ceros en el banco pero tan carente de sentido. Creo que tú me hubieras matado. Me hubieras matado porque tú eras de hacer las cosas despacio y con buena letra y yo más de sentimientos.

Después de ti la calma. La calma triste pero la calma. Como cuando el sol se pone después de un día de poniente. La calma que uno siente cuando deja de oír una respiración forzada; cuando deja de ver una sonrisa fingida o deja de pretender que todo va a ir bien. La calma de deshacer rápidamente y despacio los problemas de los muertos.

Después de ti la madurez. La madurez de darse cuenta de lo rápido que pasa todo. De la importancia de asumir lo que uno hace. Darse cuenta de que no somos tan esclavos de nuestras palabras como de nuestros actos. Sí. Los actos. Que son como una losa que uno carga en la espalda. Las piedras de la mochila.

Después de ti la incoherencia. El sosiego. El letargo. La hiperactividad motora.La rapidez del llanto de la risa y del llanto de la tristeza. Las borracheras sin sentido a horas intempestivas. El sonido de las copas, a veces vacías, que chocan en el aire. El sinsentido de la vida. Ese sabor en la boca a yo que sé que. A muerte o a vida; no importa. Las obsesiones. Porque las personas nos obsesionamos con algo concreto cuando no queremos pensar en aquello que duele. Es como si quisiéramos que el sol nos cegara para no poder ver lo que tanto miedo nos da.

Después de ti; hay tanto después de ti...