martes, 23 de febrero de 2016

Incoherencias después de ti.

A veces, cuando camino en la playa, me paro a pensar. A pensar en que eres, o eras, arena la última vez que te vi. Te me estabas escurriendo entre los dedos de las manos por mucho que yo te apretara. Y después de ti llegó la nada. Esa sensación que uno experimenta cuando tiene un cara a cara con la muerte. Después de ti. Después de ti he tardado 6 meses en sentarme a escribir. Y ahora me cuesta porque creo que las teclas están heladas.

Después de ti la lucha. La lucha de  no sentir tristeza cuando me estaba quedando dormida. Y, en esta noche de micro abierto, confieso que a veces te escribo para luego darme cuenta de que no estás, momento en el que la mano de Dios me aprieta fuerte el corazón y la garganta y siento que no voy a poder respirar. Pero la vida sigue. Uno se levanta y respira. Camina, come, hace al amor. En resumen: vive.

Después de ti la fuerza. La fuerza que a veces a una le falta para pelear por lo que siente. Por lo que considera que es correcto. Pienso en ti cuando algunos locos me preguntan si voy a volver; volver a aquella vida cómoda con algunos ceros en el banco pero tan carente de sentido. Creo que tú me hubieras matado. Me hubieras matado porque tú eras de hacer las cosas despacio y con buena letra y yo más de sentimientos.

Después de ti la calma. La calma triste pero la calma. Como cuando el sol se pone después de un día de poniente. La calma que uno siente cuando deja de oír una respiración forzada; cuando deja de ver una sonrisa fingida o deja de pretender que todo va a ir bien. La calma de deshacer rápidamente y despacio los problemas de los muertos.

Después de ti la madurez. La madurez de darse cuenta de lo rápido que pasa todo. De la importancia de asumir lo que uno hace. Darse cuenta de que no somos tan esclavos de nuestras palabras como de nuestros actos. Sí. Los actos. Que son como una losa que uno carga en la espalda. Las piedras de la mochila.

Después de ti la incoherencia. El sosiego. El letargo. La hiperactividad motora.La rapidez del llanto de la risa y del llanto de la tristeza. Las borracheras sin sentido a horas intempestivas. El sonido de las copas, a veces vacías, que chocan en el aire. El sinsentido de la vida. Ese sabor en la boca a yo que sé que. A muerte o a vida; no importa. Las obsesiones. Porque las personas nos obsesionamos con algo concreto cuando no queremos pensar en aquello que duele. Es como si quisiéramos que el sol nos cegara para no poder ver lo que tanto miedo nos da.

Después de ti; hay tanto después de ti...

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