martes, 4 de diciembre de 2018

Cuando éramos así


"Ella dolía. Toda su alma dolía. Ella llorando dolía. Ella follando dolía. Porque arrancaba mis heridas de golpe y, como dice Marwan, allí donde había piel rota y soledad solo encontraba piel nueva, alma restaurada. Pero yo no quería aceptar todo lo que se me vendría encima si ella me abandonaba. Esa discreta dependencia que sentía hacia ella. Y ahora que ella no está no tengo donde secar esta tristeza. Mis lunes ya no son sus lunes, ni sus risas son las mías. Y este cordón rojo que tengo atado a ella parece no romperse nunca. Como si mi alma no pudiera olvidarla. Porque ella vuelve, siempre vuelve. Su cara a mi cabeza; su sabor a mi boca, su olor a mis manos. Y duele. Como abrir un regalo vacío. Pero, a veces, en mi soledad, me arrojo sobre mi mismo un cubo de esperanza, fría. Tengo un orgasmo con mi memoria. Y trato de averiguar, en la distancia, si me ha perdonado. Si su alma estaría ya restaurada mientras yo me entretuve con mujeres que no me quitaron la sed. Quería creer que sí. Por eso volvía a ella. Al sonido de su risa, al color de sus ojos. Vuelvo a recostarme, en sueños, sobre ella. A escucharla respirar despacito. A sentir su diminuta mano sobre mi pecho. Le hablo los domingos dentro de mi tranquilidad impuesta. Y le pido perdón. Le suplico que vuelva. Y, entonces, me caigo de bruces contra la felicidad porque ella ya no está. No está para escucharme, no está siquiera para reprocharme. Porque ella no mira atrás. Su elemento es el aire. Su ignorancia, mi desconsuelo.  Me dicen que le olvide, pero no entienden que la necesito. Que me da igual sufrir, en silencio, su ausencia. Porque ella ya no está. Porque el amor no entendía de tiempos, ni de formas, ni de momentos. El amor de hoy puede ser un cuerpo inanimado mañana. Y maldigo la dependencia que tengo a la felicidad de su recuerdo (…)":

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