domingo, 27 de abril de 2014

Domingos II

Querida amiga:

Tu carta ha llegado en el mejor momento posible, en mi día favorito de la semana. La entrada que estaba preparando era muy agria  y puede que incluso una infracción de la ley orgánica de protección de datos, del derecho al honor...etc (cosas de ser una "bloggera" sin una falsa identidad). Es la primera vez que lloro mientra escribo en este blog. Tu carta es extraordinariamente emotiva. Debe de ser muy duro convivir con una persona que tiene una enfermedad "rara", en concreto, ataxia de Friedrich. Hoy, mientras volvía del hospital, he pensando que parece mentira que en Dubai hayan podido construir una isla en forma de palmera y otras tantas pijadas y que aún existan miles de enfermedades que no tienen cura. Hoy he dejado de creer que el dinero "no puede con todo". Claro que puede. Lo que más me ha impresionado de tu carta es que el novio de esta chica enferma haya decidido seguir con ella tras enterarse de la enfermedad que padecía. Y no sólo por pena sino que se ha unido a su "causa". Esto dice muchísimo de él. He hablado mil veces en este blog de la profunda admiración que siento por las parejas de personas enfermas. No por aquellas que se quedan por el que dirán o por lástima, sino por los que luchan y padecen por el dolor ajeno. Deberían hacerles un monumento a los padres de esas personas. Son los reyes de la empatía que, según mi punto de vista, es la mejor manera de demostrar que seguimos siendo seres humanos. Quiero que la poca gente que lea esto te ayude, ayude a tu proyecto. Normalmente la gente lo deja de hacer por pereza, por que estoy les parezca una pereza (hay mucha gente que critica el programa de por las tardes de Televisión Española y no alcanzo a comprenderlo). En todo caso, como tú eres como yo, de las que somos incapaces de vivir mirando para otro lado y que preferimos conocer la verdad aunque duela, voy a copiar la parte de tu carta que hace referencia a tu precioso proyecto para contribuir a la investigación de esta desconocidísima enfermedad:

"Mi proyecto nace ante la sensación de impotencia que genera el no poder decirle a una de las personas más importantes de mi vida que todo va ir bien y que las cosas se van arreglar. Es es una promesa que no está en mi mano hacerle  pero lo que sí está en mi mano es contribuir a dar a conocer la enfermedad, la investigación que se está llevando a cabo y a GENEFA y ayudar a recaudar fondos para estar seguros de que la investigación sigue adelante y que, algún día, se dará con una cura para la ataxia. Así fue como nació la idea del proyecto de running: aunar un reto deportivo personal con un objetivo benéfico y hacer mío el lema de ¡yo corro para que ellos caminen! Este es el link del proyecto: http://www.rockethub.com/projects/40407-we-run-so-they-can-walk-funding-a-fight-against-ataxia"

Tienes el corazón más grande que he visto en mi vida. Por eso, y por otro sinfin de cosas, te admiro y te quiero.
 
Besos,
 
Mariquita
 

jueves, 24 de abril de 2014

Lluvia

Hoy ha sido un día raro. Por mil motivos que soy incapaz de resumir. Creo que una lluvia torrencial por la mañana y un solazo de verano por la tarde me descoloca. Llevo todo el día diciéndome a mi misma, ¿qué hago yo aquí?. La lluvia despierta mi rebeldía y enciende mi nostalgia. En lugar de apagar un fuego, el agua me aviva. Me dan ganas de tirar el paraguas junto con el bolso, de quitarme los tacones, y de extender los brazos para que me de el agua en la cara.


Me he acordado de la única situación emotiva que viví, hace mil años, con mi primer amor (mas bien desamor) debajo la lluvia. Si. En aquella época en la que uno no piensa y sólo siente. El amor inmaduro que sólo se tiene una vez en la vida. En la que uno flota en lugar de andar. En la que el mundo acaba en los pies de esa persona. Bendita adolescencia. Añoro la intensidad de entonces. A y yo habíamos discutido, se fue de mi casa andando a la suya que estaba como a 10 kilómetros de la mía. Eran como las 2 de la mañana. A la media hora de haberse ido me tragué mi orgullo y me arrepentí enormemente de haberle dejado ir. Así que salí en pijama, con unas zapatillas, y con 5 euros y las llaves de casa. Me monté en un taxi y le pedí al taxista que por favor fuera despacio por todo príncipe de vergara. Hasta que se acabaron los 5 euros. Entonces me bajé. Y 100 metros más allá estaba él, caminando con la música puesta. Grité su nombre mientras me refugiaba en un cajero. Pero no me oía. Así que corrí hasta lograr alcanzarlo. Menuda cara cuando me vio ahí, en pijama y zapatillas de andar por casa, y completamente empapada. Él que siempre decía que yo era igual de cariñosa que un gato. Y con ese panorama nos pusimos a hablar para intentar arregarlo. Debajo de la lluvia. Creo que era lo único que teníamos en común, la lluvia nos removía. Nos abrazamos, como en las películas antiguas, ajenos a las miradas curiosas, como si estuviéramos en un jardín a las 5 de la tarde cuando la realidad es que éramos dos personas jóvenes, tratando de querernos un día cualquiera de diciembre mientras diluviaba.


Con este recuerdo amanecí hoy.  Hasta yo misma he de reconocer que no volvería a correr bajo la lluvia por nadie. Si alguien saliera de mi casa ahora, no iría detrás por mucho que le quisiera. Tan sólo echaría la llave.  Y llevo todo el día pensando cómo, cuándo y por qué nos convertimos, al hacernos adultos, tan sentimentalmente pudorosos.Como si sentir con intensidad fuera algo reservado para los locos. Me pregunto si es parecido a lo que les pasa a los bebés, que nacen sin miedo y sin odio y luego lo van aprendiendo. ¿Somos pudorosos porque tenemos miedo a que nos hagan daño? No lo termino de comprender, aunque haya aprendido a morderme la lengua las 24 horas del día. ¿Cómo puede ser la sinceridad dañina? Veo a tanta gente a lo largo del día a la que me dan ganas de agitar y decirles en voz alta "vive, ama, come. No te estreses. No te vas a llevar nada de ésto a la otra vida. Esto no es importante. Lo que realmente importa es quién te pasa la mano por la espalda cuando el mundo te pesa demasiado". Como si fuera malo amar. Quizás seamos incapaces de hacerlo. Ni siquiera los besos de las películas parecen reales como lo eran antiguamente.





Demasiada gente llena de un gran ego. La ambición enferma es la ceguera del siglo XXI. Los loqueros dicen que el tacto humano es un gran ansiolótico. Al leer esto es un manual de psicología comprendí muchas cosas. De hecho creo recordar que me leí un libro titulado "Menos Prozac y mas Nietzsche". Si fuera presidenta del gobierno o ministra, obligaría a las personas a abrazarse a diario. Seguro que así todo iría un poco mejor.

domingo, 20 de abril de 2014

Cuento

Te esperé. Dios sabe el tiempo que estuve en la estación de Santa Ana. Mirando de manera obsesiva el móvil. Azotada por tu indiferencia. Si. Te esperé hasta debajo de la lluvia. Tratando de ordenar el desorden de tu nombre. Intentando darle razones a tu ausencia. Repasando palabra a palabra lo que nos dijimos, recreando los abrazos que nunca nos dimos, haciendo un esfuerzo por acordarme del sonido de tu risa y de tu olor. Siendo una fiel guardiana de tu secreto inconfensable. Nunca estuve cerca de ti el tiempo suficiente como para memorizar tu esencia pero jugaba a adivinarla. El mundo, mi mundo, seguía rotando pero mi tiempo libre te lo dedicaba a ti, mas que a ti a tu fanstama. Si. Me salieron ampollas en los pies por bailar tantas horas con él. Yo te quería dentro de mi espiral nostálgica, ajena a la realidad, lejos del mundo. Estaba, por fin, volando y viviendo en mi propia fantasía. Pasaban los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas y mi huracán no se apaciguaba. Te imaginaba paseando por las calles de Madrid, conmigo de la mano, y diciéndome: "Malena, vayámonos lejos de aquí. Donde nadie pueda encontrarnos" como si fuéramos unos fugitivos; fugitivimos de la monotonía. Te me antojabas también en una playa, lejos de la civilización. De mil manera te me aparecías. En mi cama por las mañanas también estabas, para darme ánimos, para acompañarme a la puerta del trabajo. En todas mis dificultades diarias aparecías tú.

Y cuando mi paciencia estaba llegando a su fin te vi de entre la multitud bajándote de un tren en la estación de Santa Ana. Grité y grité tu nombre pero ya no eras tú. Si, me reconociste y me abrazaste. Pero no eras tú.  No olías como antes, ni te brillaban los ojos. Habías perdido la ilusión. Tenías una sobredosis de realismo que me paralizó. Ya no podríamos soñar juntos. Entonces me di cuenta de que tenía razón aquella canción que decía "el amor que vuelve nunca es el que tu esperabas". Me dijiste: "por fin" y yo salí corriendo calle abajo. Corrí y corrí tratando de evitar que tú me alcanzaras. Pero tú no dejabas de correr detrás de mi, como si fuera a ponerme a gritar en la mitad de la calle tu secreto. Me tiraste del brazo con virulencia obligándome a mirarte a los ojos. "Tenemos que hablar" dijiste molesto. Por fin tus ojos brillaban, aunque fuera de rabia (....)".

sábado, 12 de abril de 2014

Ordinario calor

Estos días de calor ordinario, en los que el sol se mezcla con la tormenta, son días de sentimientos encontrados. Quizás un exilio emocionalmente voluntario no sea todo lo bueno que yo pensaba. Aunque es necesario, a veces, desintoxicarse de la vida, de la gente, de las conversaciones superfluas. Son días de retiro espiritual, en los que el aburrimiento no tiene ningún espacio, ni la nostalgia es bienvenida. Son días en los que las locuras capaces de ponerle fin al sosiego sólo tienen cabida en sueños. Soñar es un milagro que no logro entender. Yo sueño de día y de noche. La mayoría de los días me levanto pensando en que ha sido realidad. Me alegra saber que, incluso soñado, soy capaz de vibrar. El silencio del aire caliente de mi cuarto sólo se interrumpe con el sonido de mi respiración. Y con el ruido de mis dedos al teclear la pantalla de mi teléfono móvil. Nada importante. Sólo mensajes de que no me he muerto. Me dicen que el mundo no ha acabado, o al menos eso dicen las noticias, aunque aquel avión que se estrelló no se haya encontrado y a pesar de que Rusia tenga sus tanques por media Ucrania. Hoy he parado el mundo, me he bajado de él y aún no ha acabado. Por cosas así la vida es maravillosa. Mi corazón sigue, como el calor, caliente y mi cabeza, como la tormenta, fría. Mi corazón a pesar de mi exilio es también es ordinario. Y me encanta. Como aquella frase (juraría que de Poe) que dice "me da miedo mi corazón. Su hambre por todo lo que se le antoja. La manera en que para y continua". El calor es, como el corazón salvaje, algo pesado e incómodo de digerir pero necesario. Si no tuviéramos calor, ¿cómo apreciaríamos el frío? Calor. Frío. Frío. Calor. Qué importa, lo importante es sentirlo. Esa es la prueba irrefutable de que estamos vivos.

viernes, 11 de abril de 2014

X´S

Por casualidades de la vida, hoy descubrí que una amiga de mi ex me había borrado de una red social. Tras tirar un poco del hilo, me enteré de que lo hizo porque se siente ofendida por lo que escribo en este blog. Me ha dado un ataque de risa. Hacía tiempo que no me reía hasta dolerme la tripa. Luego, me he sentido orgullosa de que mi misma. No quería ofender a nadie, pero si sirve para remover a corazones frígidos algo estaré haciendo bien. Tras la risa, ha llegado la reflexión. Después de la reflexión, la preocupación. Me he enterado de que otros ex novios también piensan que mis entradas van por ellos. ¿Cuándo estuve con semejantes narcisos? Entonces pensé en usar este medio para escribirles una carta. Creo que no soy la primera tía en esta situación, pero si ya son narcisos con referencias vagas una carta dedicada a ellos sería un subidón de su ego. Para ser honesta, enterarme de todo ésto me ha llenado de orgullo y satisfacción. Como al Rey de mi querida Patria. No va a ser una carta pero si quiero deciros algo para que, por favor, dejéis de mandarme al blog a abejas asesinas que mal leen y no entienden lo que escribo. Por favor, a llorar a la iglesia. Somos adultos. Tengo poco tiempo libre, no hagáis que me lo pase riéndome de estas tonterías. Soy feliz. Feliz de verdad. Es una época serena, pausada, tranquila. He conocido a tíos muy interesantes con los que me río un montón. Siento haber pasado página tan rápido. Lo siento de verdad. Siento no haberos querido con locura. Ya os advertí de que la pasión y las atenciones no deben confundirse con amor. He sido un poco salvaje, pero nunca os amé.  Espero de veras que encontréis a esa mujer monótona, poco inteligente, manejable, con poca personalidad con la que soñábais. De verdad y de corazón. Os deseo el bien. No os voy a pedir perdón por cómo elegí arreglar lo que vosotros rompistéis. Yo no tengo cadáveres a mis espaldas y duermo muy bien por las noches. Soy (afortunadamente) sincera hasta la médula aunque estéis acostumbrados a que muchas mujeres estén encorsetadas interpretando un rol. Esa es mi mayor virtud. No puedo callarme ni lo bueno ni lo malo. Soy impaciente y pasional, un viento huracanado; no iba a irme sin hacer ruido. Ya lo sabíais. Tranquilos. No me he suicidado. No he llorado delante de la tele mientras comía helado. No. No he abrazado fotos ni cosas de ese estilo. He llorado muy poco, salido y bailado mucho y bebido además bastante jagger. He viajado, me he enamorado de mi misma, he reído hasta no poder más. En resumen: he seguido viviendo. Lo mejor de todo es que me he dado cuenta de que ésto es lo mejor para mi. Estoy viviendo mi vida, aprovechando mis tiempos. Por fin tiemblo, aunque no de amor. Tiemblo por todas las cosas alucinantes que me están pasando. Por como huele el jardín que da a la Cibeles en días de calor. Por las caras de mis pacientes los domingos, por los hombres a los que estoy conociendo, por las risas con mis amigas, por los paseos nocturnos con dedos entrelazados, por los besos inocentes que me roban a medianoche, porque soy capaz de correr 13 kilómetros sin morirme en el intento, porque estoy llegando a donde quería estar. Tiemblo porque camino con paso firme cada mañana cuando me levanto y me subo a los tacones y me maquillo las pestañas. Si. Tiemblo porque estoy viva y lo mejor está aún por llegar. Me alegro de siempre haberme permitido tener mi propio mundo, ajeno a vosotros. Mundo del que ahora mamo.

Y como dice mi Andrés Suárez: "Esta es la última canción que voy a regalarte. Cuando acabé para siempre ya no estaré aquí. No fui feliz...No fue amor, no es amor, no te quiero. Y aunque no lo entiendas me olvidé de ti. Adiós amor, no vuelvas a tocarme la piel...No te arrepientas de tu maldad que es inconsciente como el agua del mar...No llames y vuelvas. No vuelvas y llames...Adiós amor, no vuelvas a tocarme la piel".

Así que adios, mi amor.

domingo, 6 de abril de 2014

Amour

Llevo días pensando en la última conversación seria que tuvimos. Si. Aquella frase se me ha quedado grabada. De hecho llegué a pensar que lo que decías era cierto y hasta hoy he estado actuando siguiéndola al pie de la letra. Me dijiste: "los hombres no queremos a mujeres que nos quieran mucho". Me pareció tan absurdo que al principio pensé que eras muy poco inteligente, cosa que por cierto el tiempo ha demostrado. Pero luego tus argumentos me convencieron. Iba experimentando contigo, con mis amigos, con mis hermanos. No me podía creer lo que veía. Hasta hoy. Hoy he visto muchas cosas que han desmontando tus teorías. Llegué a sentirme mal por ser sacrificada y comprensiva. Y hoy he salido del hospital dando gracias por ser como soy, por no ser egoísta. Hoy he visto como la gente buena y que está en paz atrae a lo mismo. ¿Es esto el famoso karma? Hoy respiré aliviada porque se acabaron las noches en mi teatro, los antifaces, y las verdades a medias. Que peso me quité de encima. No tendré que limitar nunca más el torrente de lo que siento. Si la presa no aguanta tanta agua es que la presa es muy débil para mi. Y ya está. Nunca dije que era fácil, sólo que merecería la pena.




Habiendo llegado a la conclusión de que no pasa nada por ser auténtica (aunque no se por qué la gente piensa que ser auténtico es ser raro). De hecho me encanta la gente que tiembla, que siente por el dolor de los demás, que llora de risa, que llora de pena, que grita de emoción, que pierde a veces la diplomacia, que no sigue dogmas, que no es automáta, que vive cada día como si fuera el último, que no piensa tanto, que ha invertido tiempo en conocerse, en quererse; me gusta la gente que está enamorada de si misma, que no busca corazones rebajados por el miedo a la soledad. Admiro a la gente que está más cómoda en soledad que en pareja pero que aún así sabe ver lo bonito que es estar enamorado y lucha consigo mismo para dejar entrar a personas en su vida. Si. No me gustan las personas con barreras, con heridas permanentemente abiertas, con inseguridades que no le dejan vivir el presente. Me ponen nerviosa las personas débiles, con miedo, no se como nadies les explicó que la vida sólo es para aquellos que cruzan el río. Si. Me encanta pelear. Si no lucho por las personas y las cosas que quiero, ¿qué sentido tendría todo ésto?



Quiero que el mundo vuelva a ser cursi. Mas que cursi, algo humano. Ya no hay paseos nocturnos de la mano, ni chicos que te esperen en la estación, ni personas interesadas por personas (normalmente un sexo interesado por otro sexo), ni horas de sueño con abrazos. Las conversaciones telefónicas  han pasado a chats, las citas han dejado de ser improvisadas.




Ya la gente no sueña con un futuro por el miedo a "agobiar" a la otra persona. Agobiar. Nunca entendí ese término. "Tengo miedo/me agobia  tener novia" es a mi oídos "tengo miedo/no quiero respirar". ¿Desde hace cuánto nos hemos vuelto tan individualistas? ¿Hay tanto loco o loca por el mundo que cuando están en una pareja meten a sus novios o novias en una jaula lanzando la llave a un pozo sin fondo? Si no es así, no lo comprendo. Y los domingos de hospital esta idea (que tenía abandonada) me viene a la cabeza con más fuerza. Las únicas personas que veo acompañando a los enfermos de manera incondicional son a sus novios, novias, mujeres o maridos. A cualquier edad. Y eso me conmueve y me alivia. No todo el mundo es como lo que yo he visto. Hay gente que ama el amor.

El domingo ha pasado, oficialmente, a ser el día de mi semana.

miércoles, 2 de abril de 2014

Una parada en el camino

Sobreviví. Si sobreviví al día de hoy creo que puedo con todo. Llevo días pensando en lo difícil que es ser una mujer trabajadora. Es agotador. No sé bien qué me pasa ultimamente con los recuerdos ni de qué está provocando este arranque de nostalgia, pero me he acordado del verano pasado. Cuando lo dejé todo porque había colapsado. Si. Me he acordado de la cara de la gente de mi entorno cuando, de repente, les comuniqué que dejaba de ser abogado, que no podía. Lo que la gente no sabía es que llevaba meses sintiéndome una extraterreste con una toga. Me acuerdo de los días largos, de los minutos que me pasaba mirando por la ventana y pensaba (a pesar de estar hasta arriba de trabajo): "me estoy perdiendo eso, el sol, la vida". Pero siempre había algo que me hacía volver al papel, a mi ordenador, a mis clientes. Siempre algo.

Cuando dejé el despacho estuve un mes siendo ama de casa. Un mes entero. Mientras todo el mundo a mi alrededor se echaba las manos a la cabeza y me miraba como si estuviera loca, yo me dedicaba a asar pollos, a cocinar, a limpiar, a labores sociales. Me acuerdo de la cara de mi padre cuando me dijo ¿Ahora me vas a decir que quieres ser ama de casa? Esa palabra me daba como miedo. Ama de casa. Entonces me convencí de que sería un paréntesis, una parada en el camino para coger aire. Parar. Redireccionarse. Y es que la mayor parte del tiempo actuamos como automátas, hacemos cosas sin saber bien por qué las hacemos. Y yo no quería que el tiempo me arrastrara hacia donde no quería ir. Yo quería ser la dueña de mi destino, la que guiara mi propio rumbo. Aunque la mayoría de las personas me amenazaban con las penas del infierno, sobreviví.

Con mi vida sencilla no entendía bien por qué la gente pensaba que era poco ambiciosa. ¿Acaso no hay peor necio que aquél que cree que todo es el dinero o el éxito profesional? ¿No somos todos iguales en un cementerio, ante la enfermedad, ante la muerte? ¿Uno no puede ser personalmente ambicioso? Entonces enfurecí porque no comulgaba con la idea de que una vida más sencilla era un paso para atrás. La verdad es que no sólo enfurecí, sino que me quedé perpleja cuando comprobé lo poco que se conocían las personas. No se en qué momento el ser humano se volvió tan narciso que se creyó capaz de todo. Todos tenemos limitaciones, está muy bien el "yes we can", "impossible is nothing" etc pero no es cierto. ¿Lo mejor? Lo mejor es que no pasa NADA.

Pero para criticar también hay que autocriticarse. Yo volví al ruedo. A otro ruedo. Siendo consciente de mis limitaciones, mimándome, parando cuando realmente no puedo más. En mi casa las horas se me hacían eternas, los pollos dejaron de resultarme interesantes, mi gato ya no me necesitaba tanto y mis ahorros se acababan.

Y ahora que estoy en el ruedo y veo caras desencajas, ojeras, tonos de voz infelices pienso en si alguna vez habrán parado a pensar. O si han podido tomarse esa licencia claro está. O si yo soy demasiado joven para estar aún quemada.