"Mi mundo. El que era mío ahora empieza a ser nuestro. Mi papel en blanco, mis normas, tu olor impregnado en él. Las mañanas, suaves, agridulces, frías, cansadas, diferentes, nuevas, extrañas. Casualidades. La vida que, como un río, te empuja y te coloca en el lugar correcto y en el momento preciso. Tu pelo, mi pelo. Tu mano, mi mano. Tu pie, mi pie. No. No es amor porque no te conozco. Eres, como yo, un cazafanstasmas. Haces que olvide y que no piense. Tú y yo. El aquí y el ahora. Nada más importa. El manto oscuro de la noche nos protege y nuestro conjuro nos mantiene unidos, a nosotros, dos desconocidos sedientos de vivir aún en proceso de recomponer nuestros corazones rotos. El pasado no nos importa, ni nos pesa. Nos entendemos: ni el pasado ni el futuro importan. Me coges fuerte de la mano mientras paseamos y mientras dormimos juntos por el temor a que salga corriendo. No sé si mañana lo haré pero hoy estoy aquí, contigo.
Vivir, respirar, pensar. No me atropellas. No me encierras en una jaula. Bendita libertad que me hace sentir joven. Viva. Viva. Por fin viva. No somos esclavos de dogmas ni de convencionalismos. Vivimos con los ojos bien abiertos, con el corazón agradecido. Pero lo más importante es que vivimos. No hay reproches, no hay miedo, ni fantasmas. Somos ligeros, benevolentes, sosegados, risueños, joviales, locos, irracionales, valientes, atrevidos, descarados, fogosos, espontáneos, alocados, contradictorios, peligrosos, venenosos pero, sobre todo, humanos, demasiado humanos. Dormimos poco pero soñamos juntos. No tenemos un sendero, ni un futuro escrito en las estrellas. Pero no importa. Si el futuro ha de unirnos tendremos que resolver el enigma que nos envuelve. No hay prisa, desvísteme despacio que tengo toda la vida por delante.
Sonríes y sonrío, respiras y respiro. Resucitan las mariposas. El mundo es un lugar diferente contigo. Y aunque sea con engaños que me ilusione ahora, no quiero vivir mas el vacío. Contigo no hay rutinas ni rituales ni santuarios. No puedo predecir que harás mañana, criatura salvaje y adorable. Eres como un caballo salvaje, pero me has permitido andar contigo sentada en tu lomo, sin montura ni estribos. Solos tú y yo por el campo.
Has sido el único que ha volado lo suficientemente alto como para poder ver que yo soy como un olivo de muchas aceitunas; solo que éstas estaban muy altas y nadie que caminaba por la tierra era capaz de verlas. Así que, una vez que habías volado alto, bajaste a la tierra y removiste bien el tronco. Y cayeron, de pronto, todas las aceitunas. Y aunque tuviste incluso que emplear un palo para que todas cayeran, lograste removerme tanto que ya no tengo aceitunas olvidadas. Todas cayeron y todas, amor, son tuyas. Todas y cada una de ellas.
Me da igual no conocerte todavía. Ya me he imaginado tu cara, tus manos, tu olor y tu piel. Miro, cada mañana, al cielo para ver quién es el pájaro que vuela sobre mi cabeza para ver mis aceitunas. Intuyo quién eres, pero el color de tu plumaje hace que no pueda verte bien sobre mi cielo; nuestro cielo. Tu esencia, mi esencia. Tú un pájaro y yo un olivo cargado de aceitunas".
Una pequeña parte de mi supuesta novela, Las Cuatro Estaciones, con la que llevo años de lucha conmigo misma por acabarla.
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