lunes, 20 de enero de 2014

Los hombres gato

Conocí a Sultán hace un año y 6 meses. No se puede decir que fuera "amor a primera vista". Yo siempre había odiado a los gatos, y él era un gato; bueno, un gatito de dos meses que mi amiga Nelly me "obligó" a adoptar. Por aquel entonces salía con alguien que amaba a los gatos y de tanto jugar con el suyo le acabé cogiendo cariño a estos bichos. Yo era una mujer perra, es decir, una amante de los perros. La primera noche que Sultán y yo dormimos juntos no sabía bien qué hacer con él (supongo que así eran las noches de boda de los años cuarenta). No paraba de maullar y cuando respiraba se oía un pitido bastante molesto. Desde que forma parte de mi vida el carácter de los felinos me sorprende y me fascina cada día más. Creo que un gato es lo más parecido a un tío, y eso que yo siempre había pensando que los hombres eran perros y las mujeres gatos, pero no, me equivocaba.



El gato puede vivir sin su amo pero ellos siempre deciden cuándo y cómo te van a querer. Si no estás ahí para cuando ellos quieran quererte ten cuidado: la venganza esta asegurada, les has sido infiel. A su manera, claro. Nunca sabes lo que realmente piensan, porque hay poca transparencia en su mirada. Si no consiguen lo que quieren cuando lo quieren no van a paran hasta lograrlo y puede que cuando lo hagan se cansen a los 15 minutos. Así son los gatos y los hombres gato. A veces te muerden y te arañan, pero luego se suben a la cama a esconderse entre tus sábanas. Los arañazos tardan en sanar, bastante.





Los gatos, al igual que los hombres, son contradictorios. Nunca sabes bien si van a estar detrás de la puerta esperando a que bajes la guardia para poder atacarte o si se van a acurrucar a tu lado como si no hubiera otro sitio en el mundo más cómodo que en tu pecho. El gato lo hace arañándote las piernas y el hombre te clava una estaca en el corazón. Así son. No te lo esperas, no lo intuyes, de manera sigilosa te atacan y después, zas, te duele. Cuidas mucho a los gatos y a los hombres gatos sin garantía de resultados, tienen algo mágico, algo que te conmueve, pero, ¿por qué no arriesgarse? ¿Acaso no es la vida demasiado corta como para pasarte la vida entera mirando a  los toros desde la barrera?



Tienen su lado bueno y tierno, como todo en esta vida. Sólo hay que aprender a quererles (ardua tarea). A veces tienes que dejar que se vayan lejos, necesitan su espacio, su tiempo. Ellos tienen un ritmo, distinto, diferente. No intentes comprenderlo, no te pares a intentar hacerlo ni inviertas fuerza y tiempo en ello. Es inútil. Jamás vas a entender su mecanismo, así que no te obsesiones. No pasa nada. Yo he intentado mil veces entender a Sultán y a los hombres gatos. Me he vuelto loca. He gritado, chillado, he llorado exigiendo explicaciones. Pero ellos permanecen inmóviles. Y eso da mucha rabia. Sentir un descontrol emocional y ver que la otra parte permanece impasible. Es odioso. En tu cabeza has cogido ya una metralleta y has pegado mil y un tiros, pero, en la vida real, los tiros te salen en forma de lágrimas. Se te corre el rímel, se te evapora el maquillaje. A mi siempre me dicen que estoy mucho más guapa cuando me enfado, cuando me descontrolo, y me da mucho coraje (como se dice en mi tierra). Porque me siento ridícula y me hiere el orgullo. Así de simple. No me da vergüenza reconocerlo, yo siempre he sido una exhibicionista emocional, no me da apuro hablar de mis sentimientos ni mucho menos de las emociones.





Así que al próximo hombre gato, le dedico esta canción.
















 
 

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