jueves, 5 de junio de 2014

Final

Los finales siempre acaban con un intercambio de ropa. Con silencios rotos y con un sabor agridulce a espera. Yo, que soy la reina de la palabra, enmudezco. Luego grito y después pienso para acabar sufriendo insomnio fruto de la frustración. Son raros los finales, casi tanto como los principios. Ambos están presididos por el miedo al futuro. Y cargados con el peso del pasado. Esto evidencia que no somos capaces de vivir. O de superar el dolor. O de convivir con la incertidumbre del que pasara. Tratamos de encontrarle un rendimiento a todo, como si los sentimientos fueran un producto de renta fija. No compensa. No tiene sentido. No merece la pena. No es el momento. Las circunstancias. Pretextos. El momento es el ahora. Las circunstancias no van a traer de vuelta a la persona que dejaste en el camino. Es sencillo. Lo que mas me maravilla de los finales es que, pasado un tiempo, cuando preguntas a aquella persona que te dejo, en busca de su momento, si se arrepintió te dice que si. O calla por vergüenza, teniendo el silencio como respuesta. O no es capaz de hablar contigo mas de 5 minutos seguidos porque remueves algo dentro que no quieren recordar. No guardas rencor y eso les perturba. Has sobrevivido al desamor, rehecho tu vida y vuelves como una jonkie a por la dosis de sinceridad. Aunque duela. Necesitas saber si se equivoco. A modo de consuelo. Para poder pensar, joder no lo hice tan mal. Y descubres que si, y eso también te desconcierta. Odio los finales. Son tristes e inesperados. Te sientes igual que cuando te roban el ultimo trozo del pastel, o cuando paran tu canción favorita al final de la noche. Es el mismo sentimiento. Creo que son igual de ridículos que cuando una mujer guapa anda con taconazos por la calle, llena de seguridad, tropieza y se cae. Es la misma mueca. No sabes si reír o llorar. No entiendes los motivos. Ni entienden los tuyos. La mayoría de personas confunden el ansia por vivir con amar. Craso error. Ansiar vivir es no parar. Aprovechar la compañía ajena y amena.  Amar es otra cosa. Vamos así colisionando, unos locos con otros, en una espiral de la que no logramos salir.

Jamas pensé que vivir fuera motivo de un final.

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