A veces es incluso mejor no hablar; las palabras tienen tanto poder...Quieres gritar "pídeme que me vaya contigo", "dime que lo deje todo, pero dímelo" "háblame la verdad aunque duela" Pero el pudor te lo impide. El silencio, como el agua, nos va oxidando por dentro. Pones en boca ajena palabras que sólo habitan en ti. Y luego te arrepientes. Porque es más fácil imaginar el futuro que vivir el presente. O a veces no queremos escuchar. O escuchamos lo que queremos oír. En cualquier caso, nada importa.
A veces el silencio nos delata. En especial cuando nos tienen arriconados contra una pared a través de argumentos que no somos capaz de rebatir. Esos momentos en los que la persona que tienes delante se desnuda. Momento en el que el telón se ha levantado y el público se ha ido. Cuando ya se han colgado los disfraces en las perchas. Igual de incómodo que cuando miras al sol de frente. Buscando en ti cualquier emoción que no denote indiferencia. Hasta que tu muro cede ante la presión. Como una presa que no puede con la fuerza del agua. Porque a veces nos encontramos con personas que nos mueven y arrasan con todo lo que encuentran por su paso. A veces bastaría simplemente un "sí". Un vivir. Un sentir sin pensar. El presente sin tener en cuenta el futuro. Experimentar con emociones que se encuentra en un callejón sin salida. Cambiar a medida que avanzamos. A veces complicamos lo sencillo, como si tuviéramos mono de drama. A veces te dan ganas de salir a cantar y preguntar: ¿podéis buscarme a alguien al que pueda amar?
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