lunes, 19 de mayo de 2014

Quizas, quizás, quizás.

Ni cien de los mejores abogados te hubieran sacado la verdad. Ese color aguacate de tus sacaris que animaban tu cenizo pelo. Eras mi Rey Sol. Mis sueños depositados en tus manos. No me importa haberte creído. Miro atrás y me alegra haber vivido una mentira, la realidad por aquel entonces no podía digerirse ni por el estomago de un bárbaro. Lo que sentía por ti se alimentaba de ilusiones, de sueños irreales, de eventos que nunca tuvieron lugar. Feliz ignorancia la mia. Estabas muy lejos de quererme. Y ahora maldigo tus palabras y tus actos porque lejos de enseñarme, como adulto que eras, a ser convencional me dejaste seguir siendo especial, tan rara, tan pasional. Lazandome a un mundo en donde las mujeres convencionales no son bienvenidas ni amadas. Me dejaste indefensa, siendo puro sentimiento y sin herramientas para controlar lo que llevaba dentro, en un mundo sentimentalmente congelado. Alimentaste mi curiosidad, mi obsesión por el arte, por el mundo, mi interés por lo desconocido. Me rescataste una noche de madrugada y me invitaste a conocer tu mundo, en que el que me pervertí. La realidad me pillo con la guardia baja. El problema fue que tu pensabas que tenias tiempo para arreglar tu desorden y recomponer mi confianza. Ese es el error en el que caemos todos, siempre pensamos que tenemos tiempo. Me perdí y te perdiste. Nos perdimos y aprendimos. Y en algún momento, entre copa y copa, calada y calada, nos hicimos adultos aunque huíamos de la rutina como de la peste. Pero esta nos descubrió escondidos debajo del somier de tu cama. 
No fue amor, solo fue un sueño. Cada uno volvió con su vida, aunque he de reconocer que yo fui la primera en volver al convencionalismo. Deje de responder a tus llamadas, me fui en cuanto llego el invierno. Ahora ya no te veo por lo bares del barrio, yo ya no salgo por el sitio de tu recreo. Abrazo, con cariño y a menudo, tu recuerdo. Cuando algún hombre me dice ¨eres especial¨o ¨tienes personalidad¨esbozo una sonrisa y te dedico un guiño interno. Porque una parte de mi yo mujer te la debo a ti. Aprendi, de tu mano, a soñar despierta. Te tengo a veces conmigo en mis pensamientos. Eres de lo poco que no he borrado de mi memoria. Puede que quizás sea porque contigo murieron los temblores en las piernas, el nudo en el estomago, la timidez infranqueable. Contigo desperté de mi letargo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario