domingo, 10 de mayo de 2015

Cuando éramos asi

Querida amiga:
Yo también, intento, no vivir en el pasado. Es una losa. Una mochila cargada de piedras. Pero, a veces, no viene mal recordar como éramos. Como era antes. La vida. El amor. Nuestras reflexiones sobre la vida, el destino. Y si, yo también lloro escondida detrás de una puerta cuando echo de menos cuando éramos así. Y ahora estoy sentada en mi terraza, o mas bien la terraza que alguien normal puede permitirse en Londres. La mujer de la ventana de al lado esta fumando. Y mientras leo tu carta esta sonando Luis Ramiro. He cerrado los ojos y amiga, ahí estábamos. En La Latina tomándonos una clara y hablando sin parar sobre el futuro. Ingenuas. Fumando. Riendo y coqueteando con lo vario pinto del barrio. Y luego volvíamos a mi casa. Aquella que alquilaste en mi nombre en la calle Sacramento un verano que yo no estaba en Madrid. Quien iba a decirnos donde estaríamos 4 años después. Nuestro sueño de ser escritoras ha quedado enmudecido por el sonido del teclado de nuestro ordenador del trabajo, por el sonido del metro y, en mi caso, por los aullidos de los lobos. Y si, mi abuela esta muy orgullosa de su nieta abogada en la banca pero tu, amiga, sabes, tan bien como yo, que yo vivo en otro puto planeta. Pero te envidio porque a ti siempre se te dio mejor ejercer el papel de adulta, de esposa, de novia. Y a mi. A mi siempre me costaba llevar una vida normal. Y tu tirabas y tirabas de mi y me decias una y mil veces lo importante que era la rutina y la normalidad. Mientras yo paseaba por el Palacio Real, sola, y me sentaba en el Café de Oriente a escribir en el cuaderno que me compre en India. Y aunque eso ya paso y estoy en el tiempo de descuento, a veces no viene mal recordar como éramos entonces y lo que echo de menos de mi otra vida. No se por donde empezar. Porque echo de menos un sinfín de cosas. Echo de menos el calor de la gente en España. El oír lo bueno y lo malo, los relatos íntimos e interminables. Echo de menos a la gente que llora de risa o de pena. Este es territorio de sujetos inanimados. De gente que no tiene 5 minutos para un cafe. Que no tiene tiempo para temblar, ni siquiera de frío. Gente que es tan pobre que lo único que tiene es dinero. Que esta ciega y sorda. Con corazones de piedra por la ambición. Que juegan con el mundo a su antojo porque esta en sus manos. Que no saben que estrés es ver a un niño morir y no perder dinero. Pero, amiga, aquí encontré a mi mitad aunque tu y yo sabemos que yo no pertenezco aquí. Pero aquí estoy, aguantando, porque siempre dijimos que el amor movía montañas. También echo de menos Libertad 13. Todo de Libertad 13. A Berta poniendo el cafe pronto por las mañanas, a Sultan corriendo por el pasillo. A las bolleras hard core del bar de abajo. Libertad 8 y su sinfín de conciertos de los que te ponen la piel de gallina. Los micro teatros de Malasaña. Los besos furtivos en el portal de casa. El aperitivo en el Mercado de San Anton. El Junco. La cena con las niñas y los gin tonics que iban desnudando nuestros miedos. Echo de menos correr en El Retiro. Al concursante de Gran Hermano que abrió la taberna de la esquina. Las fiestas de Chueca en la Plaza del Rey y la gran cantidad de vino que bebíamos entonces entre semana. Y, por supuesto, te echo de menos a ti. Y me parte en dos estar perdiéndonos esta etapa juntas. Y no voy a verte mas a menudo porque no soporto irme y me paso las dos horas de vuelta llorando como una magdalena en el avión. Sabes que no soy un animal de despedidas. Pero parte de mi vive ahí, porque las dos sabemos que aquí estoy de paso. Y por si no te lo dije nunca, llevo tu carta de 2003 en mi cartera que leo cuando tengo ganas de gritar y no puedo.
Quizas algún día volvamos al ser cuando éramos así...