Nunca me hablaste de tu época en la cueva del lobo. Ahora entiendo porque huiste. Entonces no podías ser lo suficientemente maduro. No te culpo. Imagino que tu también tu sentías lo mismo cuando ibas andando por la calle y veías todos los letreros electrónicos que pasaban sin parar noticias. Como si los doce caballos del Apocalipsis hubieran llegado a la Tierra. Como si hiciera falta que la economía de un país se paralizara para darse cuenta de que las cosas no van, de lejos, del todo bien. Tu y yo eso ya lo sabíamos antes de que cuatro lobos nos lo dijeran. Ahora entiendo porque te fuiste a intentar salvar al mundo.
Yo odio y amo esta ciudad a partes iguales. Al igual que me sucede con muchas personas, a las que quiero y odio al mismo tiempo, sin siquiera saber cual de los dos sentimientos prevalece sobre el otro. Contradictorio. Lo se. En esta ciudad me siento igual. Siento celos de Madrid y ni siquiera la quiero. Es curioso porque es como lo que me pasaba contigo. No te amaba pero no queria dejarte ir. Imagino que Londres, Madrid y tu teneis cosas en común que yo, hasta ahora, desconocía.
¿Te acuerdas de cuando discutíamos acerca del destino? Tu solías decir que yo estaba loca por el hecho de creer en que todo pasa por algo y que lo que te depara el destino siempre es mejor, de alguna manera, a lo que te dio la vida en el pasado. Ahora, desde aquí, podría darte mil argumentos que apoyan mi idea. Las circunstancias siempre me han escupido en esta ciudad en momentos personales extraños, revueltos, confusos. Yo lo interpreto como un guiño hacia la reconciliación conmigo. Cuando uno esta en una ciudad extranjera, trabajando, pasa inevitablemente mas tiempo consigo mismo. Posando las ideas. Saboreando los silencios. Enamorándose, paulatinamente, de la soledad. Del sosiego de una casa que no es tuya, carente de pulso como la habitación de cualquier hotel. Disfrutas de lo efímero que es todo porque como tienes fecha de vuelta saber que las personas tienen, también, fecha de caducidad. Asi, poco a poco, el futuro deja de importar. Y te enamoras mil veces en el metro, en la calle, en cualquier fiesta, mezclando el estrés de la semana con un poco de tequila. Viviendo plenamente la despreocupación y la ausencia de responsabilidades ajenas al trabajo. Es un exilio voluntario.
Descubres, ademas, mil sitios detrás de cada esquina. Te pierdes físicamente para encontrarte personalmente. No importa a que hora desayunas, comes, cenas. Si duermes o no en casa. Si el amor dura 3 horas. O 3 horas y media. O incluso una noche y un desayuno. En el fondo es un hasta nunca. Sin pudor. Sin dramas ni promesas falsas. Nueva York es la ciudad que nunca duerme y creo que Londres es la ciudad que nunca juzga. Aquí uno se siente terriblemente libre. Tanto que da vértigo vivirlo. Cuando no te sientes de esta jungla, caminas por la calle tratando de memorizar todo lo que ves porque, esperas, no volver. O si. Es un placer dolor extraño.
sábado, 30 de agosto de 2014
jueves, 14 de agosto de 2014
Pornografico monologo
“Querido, dile al del piano que deje de tocar. Tengo un terrible dolor de cabeza. Y de paso ponme otra de estas. ¿Que? ¿A estas alturas no sabes que bebo? Si. Ponle un poco mas de ginebra. Si quieres cobrame de mas, será por dinero. Debe de ser duro tu trabajo. Estar ahí detrás de una barra viendo las caras de personas como yo. No me digas esas cosas que me sonrojo. Yo ya no soy igual de bella que hace diez años. La vida pasa para todos, incluso para ti también querido. Solo que no nos damos cuenta. Te levantas una mañana y te das cuenta de que eres adulto, de repente. Mi abuela solía decir que envejecer es ordinario. Yo creo que madrugar y trabajar doce horas al día lo es. Te das cuenta de que todos somos esclavos de algo. No. No me pasa. Solo tengo un mal día. Encima llueve. ¿Acaso sabes lo incomodo que es para una mujer que llueva? Una no tiene nunca el calzado adecuado para este tipo de días. Yo siempre acabo con los pies mojados, es como una maldición divina. Tienes razón. Aun no te he dejado acercarte al pianista. Por favor ve. Gracias. ¿Yo? No, no he visto un fantasma. Solo que creía que en este bar podría estar a solas. Pero ha aparecido aquí, como de la nada. Si. Es ese. El que esta sentado en la mesa de detrás del piano. Exacto. El que mira fijamente. Se mas discreto por favor. Por nada del mundo quiero que se acerque aunque no creo que se atreva. No querido, la historia es muy larga y no quiero aburrirte. Bueno, para hacértelo resumido es un hombre al que quise. ¿El a mi? Acércate y le preguntas. Ni se te ocurra, era una broma. Creia que si, pero ahora que lo veo como a un ser extraño no sabría que decirte. Creo que las personas a las que amamos se las puede dividir en varios tipos. Pero el no encaja en ninguna de las categorías. ¿Cuales son? Estan los capullos integrales, que son lobos con piel de cordero y que piensan que sigues enamorada de ellos. Luego los que te culpan hasta del hambre del mundo. Y luego los que te siguen queriendo tanto en silencio y en la distancia que no se atreven ni quieren interactuar contigo por miedo a que le revuelvas las tripas. Por algo los huracanes suelen tener nombres de mujer. Tienes razón. No recibir un mensaje es una forma de recibirlo. No sabría que decirte. El no encaja en ningún sitio. Es un bicho raro. No, malo no, raro. Va y viene. A su antojo. Invadido de nostalgia y miedo pero decidido a no comprometerse. Como si pudiera coger lo mejor de cada cosa. ¿De que va a ser querido mío? Lo mejor de estar soltero y lo mejor de ser amado. Pero mi puerta no esta nunca entreabierta. Asi que ahí esta. Fumando y mirando pero sin acercarse. Como una cruz. Todos tenemos una cruz querido, tu seguro que también tienes a alguna mujer cruz. Puede que tengas razón. No se puede ser del todo bueno, hay que tener siempre un poquito de maldad, como la sal, un poco es bueno para la salud, si te pasas te endurece las arterias. Lo mismo con la picardía querido. Un poco siempre es buena...“.
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